Me ocurre que en charlas o formaciones cuando hablo de productividad y de su necesidad para sentirse bien, detecto caras de desacuerdo.
En estos momentos paro inmediatamente e investigo las razones de estas personas para plasmar ese rechazo hacia la productividad. Seguir adelante sin resolver este conflicto sería inútil e improductivo.
Lo normal es encontrar detrás una interpretación de la productividad como explotación de las personas para la satisfacción de otros que generalmente persiguen un beneficio económico.
Esta manera de verlo no ayuda en absoluto a nadie y menos a la persona que tiene este razonamiento interiorizado.
La primera premisa es que en la sociedad en que vivimos, la mayoría de las personas ha tomado sus propias decisiones, si bien algunas circunstancias personales son más difíciles que otras y obligan durante un tiempo a realizar tareas o estar en sitios que quizás no sean los que mas anhelamos; absolutamente todos podemos al menos reflexionar sobre lo que de verdad nos gustaría hacer o en que lugar querríamos estar.
¿Tienes claro que es lo que te haría feliz hacer cada día?
Al hacernos esta pregunta nos podemos encontrar tres respuestas:
- Lo que estoy haciendo me hace feliz
- Si se lo que quiero hacer aunque es imposible
- Pues la verdad es que no lo tengo claro
Si la respuesta ha sido la 1, seguro que no es por casualidad y seguro también que has hecho y seguirás haciendo esfuerzos por mantenerte ahí, seguro que habrá habido y habrá momentos que no han sido fáciles y en los que has tomado decisiones y has actuado durante un tiempo en consecuencia. Seguro también que entiendes que la felicidad incluye momentos de dificultades y de tensiones y que solo siendo consciente de sus causas y actuando para mermarlos, has conseguido minimizarlos y seguir hacia adelante para reencontrarte estable y en equilibrio.
Si la respuesta ha sido la 3, probablemente vaya acompañada de una cierta insatisfacción vital y tenemos un problemilla, pues tampoco tenemos claro hacia donde nos gustaría dirigirnos, por lo que seguimos donde estamos, y además, nos dejamos arrastrar por las necesidades y prioridades de otras personas sin ser quizás plenamente conscientes de ello; aunque si notareis la insatisfacción de las consecuencias de nuestra resignación y de dejarnos llevar a donde no nos sentimos a gusto y esto hace que nuestra felicidad merme.
Si la respuesta es la 2, en mi opinión es una mejor opción que la 3, puesto que tenemos claro lo que queremos y eso, es ya mucho, aunque lo que si es cierto que si luego pensamos que es imposible y por lo tanto no actuamos en consecuencia, nada cambia, y el sentimiento interno será de insatisfacción constante y de rechazo a lo que hacemos actualmente y a lo que nos rodea en este entorno.
Supongo que lo que todos deseamos es estar en el punto 1 y esto tanto a nivel profesional como personal. Ahora es cuando relaciono estos tres puntos con la productividad como aliada a la felicidad.
Productividad encierra el concepto de conseguir el máximo de cosas en el mínimo de tiempo; aunque es condición indispensable que vaya acompañado de la máximo satisfacción y el menor esfuerzo.
El lograr el máximo de satisfacción depende solo de uno mismo e implica decisiones personales a la hora de elegir y cambiar cosas y relaciones en nuestras vidas.
El lograr el menor esfuerzo depende también de uno mismo en el sentido de continuar aprendiendo, de desarrollar habilidades no solo a nivel técnico sino y sobre todo a nivel emocional.
Esta segunda parte de la productividad personal y profesional esta en nuestras manos y exige una actitud interna particular; en ocasiones ponemos excusas y la dejamos en manos de otros, esto es parte de nuestra propia decisión y esta en nuestras manos.
Las cosas que cada uno quiere conseguir, lo que a cada uno le produce satisfacción y el esfuerzo que cada uno este dispuesto a realizar para lograrlas son los ingredientes básicos de la receta y es nuestra responsabilidad definirlos de manera clara y de forma que seamos capaces de comprobar en que lugar estamos hoy y que distancia nos separa de ellos.
Deberemos a partir de ahí trazar un plan y sus etapas, y en cada plan será único y las etapas también al igual que el número de etapas, y de ello dependerá el tiempo total de ejecución; aunque una vez trazado, el secreto es ir cumpliendo con nuestro propio compromiso en cada etapa, celebrar la culminación de esa etapa y ponernos en marcha para la siguiente, sabiendo que cada etapa terminada nos acerca al objetivo final.
Si no tienes tu plan, tu vida esta parada o esta en manos del plan de otro.
Tener o no tener tu plan solo depende de ti.
Tienes tu plan?
Como decía Theodore Roosevelt: “Siempre se debe preferir la acción a la crítica”